Aída Carballo. Una puerta abierta a lo infinito en el Museo de la Cárcova

La cola, grabado de Aída Carballo de 1964. Fotografía: Hilario.



Ingreso al Museo de la Cárcova, en Costanera Sur. Fotografía: Hilario.



Pasajeros de colectivo, aguafuerte de 1967. Fotografía: Hilario.



Guillermo Vega Fischer

(Buenos Aires, 1979)


Compositor, pianista, dramaturgo, director musical y teatral, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Dirige junto al artista visual Pablo Archetti la Compañía Canción Nocturna del Caminante con la que estrena óperas de su autoría, como En la colonia penitenciaria, sobre el cuento de Franz Kafka; El infierno musical, sobre el libro de Alejandra Pizarnik; Canción nocturna del caminante y su pálido compañero, sobre canciones de Franz Schubert, y La máscara de la muerte amarilla, sobre la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires.


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Dentro del equipo de Hilario se ocupa de la investigación y catalogación, especialmente en las áreas de las artes visuales, fotografía patrimonial, cartografía y literatura.


Por Guillermo Vega Fischer

El pasado 10 de agosto se inauguró en el Museo de la Cárcova la exposición Aída Carballo. Una puerta abierta a lo infinito. La muestra recorre su obra con singular foco en la que fue su disciplina principal, el grabado, pero en diálogo con la casa de estudios donde profundizó la técnica, la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, es decir, el propio museo donde se exhibe. Grabados, dibujos, cerámicas, publicaciones, afiches, y diversos documentos personales, junto a videos, documentales y fanzines realizados por otros artistas sobre la genial Carballo, conforman esta exhibición curada por Lucía Laumann en una coproducción entre el Museo de la Cárcova de la UNA y el Museo Nacional del Grabado. 


Aída Carballo (Buenos Aires, 1916 - 1985) ingresó en 1933 a la Escuela de Artes Decorativas de la Nación,; unos años más tarde continuó su formación en la Escuela Nacional de Cerámica con su hermana Haydée, y egresó de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en 1937, donde estudió dibujo con Pío Collivadino. En 1940 quiso continuar su formación y rindió el examen para ingresar a la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova en pintura, pero fue rechazada. Seis años después, en 1946, volvió a intentarlo, en la disciplina grabado, logrando el ingreso. 


«En la Cárcova fue donde me encontré realmente. Sentí que estaba ante una puerta abierta a lo infinito [...] Sentía un esplendor de joven artista», escribió décadas después Carballo, en 1982. La Escuela Superior ofrecía una formación mixta, donde estudiantes varones y mujeres se encontraban en los mismos espacios. Alejada de la ciudad, proveía de un ambiente artístico estimulante, con una extensa biblioteca, talleres variados y un amplio jardín para socializar. «La escuela de la costanera» como popularmente se la conocía, era el espacio ideal para crear: proveía además los materiales y el almuerzo de cada día.


Desde el Taller de Grabado en particular, con profesores que ya eran artistas reconocidos, se ofrecía una sólida formación en variadas técnicas gráficas, así como contenidos aplicados a las artes del libro, conocimientos sumamente valiosos para Carballo en sus futuros trabajos como ilustradora. Pero, además, facilitaba el acceso a la prensa y a un espacio de trabajo adecuado para la práctica del grabado. De hecho, es posible pensar que El corazón, la calle y la lluvia, el aguafuerte con el que ganó sus primeros premios en los salones artísticos, haya sido impreso en esta escuela, obra que se exhibe en la muestra, préstamo del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti. 


Algunos documentos personales de Carballo, como el pedido de inscripción al curso de ingreso de 1940, dirigido a Alfredo Guido, director de la Escuela Superior Ernesto de la Cárcova, y el certificado de buena conducta expedido por la Policía Federal, para el ingreso de 1946 a la misma institución. Fotografía: Hilario.


El alma de la ciudad


«Busco el ruido de las calles de esta misteriosa Buenos Aires y me envuelve el torbellino de su tráfico, con sus colectivos hacinados en los que encuentro la charla de mis alumnas, la figura doctoral de mis colegas, e imagino sentados en sus asientos al presidente de la Nación, al Ministro de Educación, a mis vecinos del barrio, a mí misma; me alíneo disciplinadamente junto a los postes de paradas y, en las largas esperas recojo el alma popular estampada en las paredes -el corazón con dos nombres y una flecha, la sigla política, la carestía de la vida-, la llevo a mis cartones. Es el alma de la ciudad transitando por litografías, mis dibujos, mis grabados», escribió Aída Carballo en 1971. Efectivamente, cada una de estas palabras se testimonia en los grabados exhibidos en la muestra, como en Pasajeros de colectivo, de 1967, o La cola, de 1964. Personajes captados con la síntesis precisa del caricaturista, siempre cargando paraguas -como Eric Satie-. Y en las paredes de La cola, que identificamos en donde la calle Balcarce desemboca en Chile, en el barrio de San Telmo, sus emblemáticos graffitis, testimonios anónimos y colectivos.


«Hay dos caminos, el clásico, que ama el trabajo del taller, la investigación formal, y llora ante un papel japonés hecho a mano, y el romántico, que primero hace y después piensa. Así soy yo: no podría encerrarme a buscar técnicas, tengo que salir a la calle y vivir y ver lo que pasa», escribió en 1967. Este posicionamiento como grabadora comprometida, no sólo se manifiesta en su obra, sino también en su actividad social, primero como estudiante, y luego como docente. Observamos en la exhibición un ejemplar de Juventus, periódico dedicado a las artes, las letras y las ciencias, que la joven estudiante Carballo fundó junto a colegas, en donde se reproduce, en la portada, su artículo «Profesión de fe». Luego, su colaboración en la revista estudiantil H, de 1962, donde participó con un artículo, mientras que la tapa reprodujo un fragmento del grabado La ciudadana, también exhibido en la muestra. Finalmente observamos su participación en el Movimiento para la Reconstrucción de la Cultural Nacional, fundado por ella en 1981 junto a otros artistas e intelectuales como Ernesto Sábato, Leda Valladares y Enrique Stein. Los afiches que tanto representó en las paredes de sus grabados como manifestación popular de terceros, pasaron aquí a la primera persona. En diálogo con la larga tradición de la gráfica social asociada a la circulación extendida y a la transmisión de contenidos políticos, el afiche promocionó el último acto de la agrupación antidictatorial. Aquélla fue la postrera intervención pública de la artista que, como obsequio, cada uno de los visitantes puede llevarse, reproducido en gran tamaño en el programa de la muestra.


La exhibición estará abierta hasta el 27 de octubre en el Museo de La Cárcova, Avenida España 1701, en Costanera Sur, de martes a domingo, de 10 a 17 hs.


Calcos de obras maestras de las culturas americanas, en el Museo del Calco. Fotografía: Hilario.


Este museo, a trasmano de quienes viven en la zona norte de la ciudad, es la joya oculta para muchos. Como dijimos, fue sede de la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova. Actualmente integra la Universidad Nacional de las Artes, funciona allí el Museo de Calcos y Escultura Comparada, con una colección conformada desde comienzos del siglo XX de calcos escultóricos -reproducciones en yeso- de obras maestras que forman parte de célebres museos, como el Louvre de París, el Británico de Londres, el Gipsformerei de Berlín o la Galleria degli Uffizi de Florencia. Con pátinas que las vuelven prácticamente idénticas a las originales, sin realizar los fastidiosos viajes a Roma, Florencia o París podemos disfrutar de la Venus de Milo, de la Victoria Alada de Samotracia, o del David y la Piedad, ambas de Michelangelo. A través de sus copias el Museo abarca más de 4000 años de historia, proponiendo múltiples recorridos a través del arte egipcio antiguo, mesopotámico asiático, hindú, griego, romano, románico, gótico, renacentista, manierista, mesoamericano y andino.


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