La casa Leloir y su colección de arte en un álbum fotográfico

El dormitorio en la vivienda de Hortensia Aguirre Herrera de Leloir. Fotografía vintage que se conserva en el álbum que protagoniza esta entrega.



William-Adolphe Bouguereau, La toilette de Venus, 1873. Óleo sobre tela, 170 x 130 cm. En la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Fotografía: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes.



El entonces director del Museo Nacional de Bellas Artes, Atilio M. Chiáppori, se dirige al Director General de Bellas Artes solicitando se apruebe la donación de Federico Leloir. Fotografía: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes.



El salón comedor con un magno tapiz, vitrinas empotradas y un variado repertorio de tankards y demás objetos coleccionados. Fotografía vintage incluida en el álbum.



Daniel Schávelzon 


Director del Centro de Arqueología Urbana (UBA), se doctoró en Arquitectura en la Universidad Autónoma de México con la especialidad Arquitectura Prehispánica. Profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, ha sido profesor en distintas universidades de América.


Schávelzon fundó el Centro de Arqueología Urbana, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, el área de Arqueología Urbana en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Área Fundacional en la ciudad de Mendoza. Ex Investigador Superior del CONICET.

Ha publicado unos 50 libros sobre arqueología e historia del arte, y más de trescientos artículos en revistas científicas y de divulgación


Entre otros, ha recibido premios y becas internacionales, como la beca Guggenheim (New York 1994); National Gallery of Art-CASVA (Washington, 1995), Graham Foundation for the Arts de Chicago (1984), Getty Grant Program (1991), Harvard University-Dumbarton Oaks (1996), DAAD Berlín (1988), Center for Latin-American Studies de la University of Pittsburgh (2002), FAMSI, Florida (1995),  y del Centro de Antropología Comparada de la Universidad de Bonn (1998). 


Por Daniel Schávelzon

Nada hay más desafiante que enfrentar a una fotografía y tratar de explicarla: cuándo fue tomada, quién fue el fotógrafo, qué es lo retratado, por qué la realizó desde ese ángulo, son algunas de las tantas preguntas que nos surgen al observarla. Y eso se potencia cuando localizamos un álbum con las imágenes inaugurales de una residencia colmada de obras de arte, atiborrada diría, y con algunas de ellas que hoy forman parte del patrimonio artístico nacional.

 

En esos casos, cuando se hace presente la imagen de las obras que hoy están en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes, el álbum se transforma en un documento histórico que establece o refuerza su genealogía, su proveniencia. Y más aún, nos da el contexto en el que se encontraba antes de llegar a esa institución pública. Representa la oportunidad de introducirnos en la casa en donde el/la coleccionista colgó sus cuadros, sus objetos de arte que la acompañaban en el lugar elegido mostrando el gusto personal y la estética de la época.

 

Este es el caso de un notable álbum fotográfico que aparece hoy en el mundo del arte, hallado en una biblioteca privada donde quizás permaneció olvidado por no saberse qué testimoniaba. Documenta una de las viviendas de la familia Leloir, usada entre 1925 y 1932.

 

Las tapas del modesto álbum, en símil cuero, acordonadas, reúnen un conjunto de 18 fotografías de 17 x 23,5 cm, en muy buen estado de conservación. Las imágenes retratan el interior de una vivienda recién construida en un estilo Neo Tudor-Normando, con la decoración externa e interna sin uso –no se observa ni un solo objeto de uso personal-, amoblada sin opulencia, aunque exhibiendo una importante y diversa colección de arte. Se documentan los espacios de recepción, el dormitorio principal y en detalle el área de servicio –quizás ejemplo de la modernidad en aquel tiempo-, pero sin que se vea el jardín que existía al fondo ni los otros dormitorios, los que también debieron existir dado el tamaño de la casa. Da la sensación de encontrarnos ante un montaje para un registro fotográfico donde aún había sectores no terminados o no decorados que quedaron fuera de las tomas.

 

De acuerdo a lo indicado en el propio álbum, la vivienda perteneció a Hortensia Aguirre Herrera de Leloir [1868-1939], quien fue propietaria de otras edificaciones más importantes como la que hoy alberga al Ocean Club en Mar del Plata. No hemos podido localizar la casa protagonista del álbum, la que quizás ya fue demolida. De todas formas, cuanto se aprecia en su interior le pertenecía a ella y luego a sus hijas e hijos, entre ellos al menor, Luis Federico Leloir, médico y bioquímico, Premio Nobel de Química en 1970. En 1932 y con veintiséis años,  Luis Federico donó parte de la colección de arte al Museo Nacional de Bellas Artes en nombre de su padre, quien había fallecido a poco de nacer él.

 

Hortensia estuvo casada con Federico Augusto Rufino Leloir Bernal [1859-1906], quien se enfermó de cáncer y decidió viajar a París en 1906 esperando encontrar una solución a su enfermedad. Pero fue infructuoso, falleció ese mismo año; Hortensia y sus hijos regresaron a la Argentina en 1908. El matrimonio había adquirido numerosas obras de arte; se sabe que Federico lo venía haciendo desde la Exposición Continental de 1882 [1] y que participó en la exposición de arte organizada por Eduardo Schiaffino en 1893 en el Palacio Hume, hoy la residencia Maguire, ubicada en la intersección de la avenida Alvear con la calle Montevideo, en Buenos Aires [2]. La mayor parte de ellas se desperdigaron y no han sido identificadas –tarea pendiente para alguien sagaz, la pista ya está abierta–, las otras fueron a nuestro gran museo nacional. 

 

Por motivos que no conocemos las grandes casas que tenía la viuda no fueron de su agrado para sus últimos años y se instaló en esta propiedad a estrenar, más reducida, nada ostentosa, que no se destaca entre las demás de ese momento. Ella tenía la herencia de las 40.000 hectáreas que se extendían entre San Clemente y Mar de Ajó, compradas por el abuelo de su marido al llegar desde España. Hortensia fue presidenta de la Sociedad de Beneficencia, una activa mujer en el espacio social de su clase.

 

Las fechas que le atribuimos a la casa se evidencian, en su inicio, por la arquitectura; la final, porque una de las obras de arte que se ve en la casa fue donada ese año al Museo Nacional. Los Leloir habitaron un primer Palacio ubicado en la esquina de Florida y la antigua calle Piedad de Buenos Aires, el que habían construido hacia 1885; y más tarde fueron propietarios del imponente palacio Art Nouveau de la calle Libertad que aún sigue en pie. Dada la falta de datos, suponemos que esta casa estaba en Mar del Plata, o quizás hasta en Buenos Aires en la zona de Belgrano R, lo que será resuelto por la curiosidad de quien lo investigue en detalle. No deja de ser tentador que la casa pudiera ser de alguno de sus hijos ya que hubo varios Leloir coleccionistas: Antonio, Antonio C., Alberto Pedro y por supuesto Federico G. Por lo que estas obras pudieron estar en la casa de algunos de ellos por un tiempo; porque, que sepamos, Luis Federico, el premio Nóbel, que fue quien hizo la donación, no era coleccionista.

 

Si bien en la carta que alude a la oferta de las obras el benjamín de la familia indicó que eran de la sucesión paterna y propia, hoy cabe pensar que siendo su madre ya muy mayor y él iniciando una carrera en el exterior, y sin el interés de coleccionar que guiaba a sus hermanos, se propuso donar las obras que le correspondían por herencia. Luis Federico se casó en 1943 con Amelia Zuberbühler Ortiz Basualdo. Desconocemos si el resto de las obras se distribuyeron entre sus hermanos o se vendieron; se ha perdido el rastro de ellas, salvo del gran retrato de Hortensia y su hija que se conserva en el Museo Pueyrredón de San Isidro. Al Museo Nacional de Bellas Artes fueron La toilette de Venus pintada en 1873 por William-Adolphe Bouguereau [1825–1905] -una sorprendente elección para una mujer de su tiempo que se animó a mostrar un desnudo en su casa y sobre la cama; lo vemos entre las imágenes del álbum-, de la sucesión de su padre, y en el propio nombre del futuro Premio Nobel, dos pequeños óleos de Carl Kronenberg [1841–1921], y un óleo llamado La lectura de Eugène Carrière [1849–1906].

 

En las paredes, también lo testimonian estas fotografías, colgaban otros cuadros, entre ellos se destaca una monumental obra holandesa del siglo XVII mostrando el retrato de una familia, que debió medir casi tres metros de ancho. Reinaba en el descanso de la escalera principal, sobre una biblioteca en donde todo fue hecho a medida. En el resto de los ambientes hay tapices franceses, alfombras sobre el mármol de los pisos [en el dormitorio el piso de roble era de gran delicadeza], pequeñas esculturas, bibelots, marfiles, vitrinas, objetos provenientes de Oriente y otros cuadros, en un gusto ecléctico anticuado para la época ya que era el que cultivaban los coleccionistas del siglo XIX. Algunos muebles son de calidad, hubo caoba y marquetería, aunque en algunos se advierte su manufactura local, y nada destacable. A diferencia de otros coleccionistas, el conjunto que se observa era una reunión de objetos sin una guía, sin ese algo que transforma un conjunto en una verdadera colección. Varias pero no todas las pinturas son antiguas y de calidad, en la sala se destaca una tenebrosa Vanitas con el infaltable cráneo llamando a la humanidad a dejar sus veleidades mundanas. Sobre la chimenea hay una gran marina que parece haber sido comprada en función del tamaño y no por su calidad. Hay detalles, como el enorme tapiz del comedor, que es evidente que llegó desde un espacio mayor en donde se exhibía con más propiedad.

 

Hay elementos que llaman la atención: lo primero es que el gran cuadro de la Venus desnuda que colgaba sobre el respaldo de la cama de una viuda, algo extraño y de un gusto discutible para muchos. Su fallecido marido, en otro óleo, está a un lado de la habitación y mira hacia la entrada del dormitorio. Pero haber puesto una cama doble entre dos roperos, dejando a los lados el espacio mínimo para moverse, parece una mala solución producto de un arquitecto deficiente. Es un dormitorio que llama la atención por su mal diseño.

 

El gran retrato de Hortensia con su hija mayor, que hoy forma parte del patrimonio del Museo Pueyrredón no estaba en la casa, en cambio sí tenía otro de formato ovalado de ella al final de su juventud del que no hemos podido ubicar su paradero.

 

Queda este álbum recuperado e identificado con sus fotografías de autor desconocido, para que se continúe investigando las muchas historias que encierra en su interior.


Notas:

1] Marcelo E. Pachecho, Coleccionismo artístico en Buenos Aires del Virreinato al Centenario, edición del autor, 2011, p. 128. Pacheco indica, además, que Federico Leloir Bernal se encontraba entre los primeros clientes de Galería Witcomb.

2] Marcelo E. Pachecho, Coleccionismo de arte en Buenos Aires 1924 - 1942, edición del autor, 2013, p. 150.

 

Agradecimientos: al arquitecto Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes, por facilitar la carta que alude a la donación de Leloir, y a Astrid Maulhardt por hacer la primera identificación de las obras.

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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