La Revista Mensual devenida en Revista de Salta [1824 - 1825]

Anuncio de la segunda entrega de la por entonces denominada Revista Mensual, cuyo nombre varió más adelante por Revista de Salta. Fotografía: Archivo General de la Nación.



Retrato de Hilario Ascasubi. La carte-de-visite se encuentra pegada en cada volumen de su edición parisina de  su colección completa de poesía gauchesca [Imprenta de Paul Dupont, 1872].



Vista de la ciudad de Salta en una litografía de 1835. Dibujo de Hipólito Moulín, a partir de la obra realizada por Arenales. Incluida en el periódico «Museo Americano», núm. 11, pág. 81. Fotografía: Hilario. Artes Letras Oficios.



Otra Vista de la Ciudad de Salta; se indica: Dibujado por I. Arenales. Fotografía del autor.



Manuel Besnes e Irigoyen, Vista de Salta. Acuarela sobre papel, 34,2 x 48 cm. 1851.



Gregorio Caro Figueroa


Ensayista y periodista -entre otras funciones y medios, fue secretario de redacción de la revista Todo es Historia, dirigida por Félix Luna-, autor de numerosos libros.

 

Miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y de la  Junta de Estudios Históricos de Tucumán. Presidió la Academia Güemesiana de Salta. Director fundador de la Biblioteca Privada “J. Armando Caro” [Cerrillos, Provincia de Salta].

 

Obtuvo numerosos premios y distinciones. Ocupó distintos cargos en instituciones públicas de la provincia y de orden nacional, incluida la Secretaría de Cultura de Salta.


Por Gregorio A. Caro Figueroa *

«A catorce años de una revolución, en la que toda clase de sacrificios y de horrores parece haber tenido lugar en nuestro continente, está al fin sancionado de hecho el primer voto de la América, la independencia de un poder estrangero y opresor. La libertad apoyada en instituciones del siglo á que pertenecemos, ha sido constantemente el segundo voto de los pueblos en la magestuosa carrera que se abrieron en 1810. Una revolución de ideas se hace ya del todo necesaria por consecuencia de la primera. Toca a las legislaturas presidir esta marcha espinosa, y a los escritores americanos guiarla o segundarla más libre y circunspecta: he aquí que son llamados estos a ocupar en la era presente».

 

Estas primeras palabras fueron grabadas en el frontispicio del primer número de La Revista Mensual de Salta, que apareció en 1824, sesenta y nueve días antes de la decisiva victoria patriota en la Batalla de Ayacucho. Ese triunfo y, luego, el de Tumusla, aseguraron el fin del régimen absolutista de España en América, pero no lograron la paz interior. Por el contrario, afloraron y potenciaron conflictos internos entre patriotas, no solo entre sectores provincianos y porteños: también agravaron rencillas políticas, luchas por el poder, rivalidades personales y hasta familiares. 


Dirigida por Ildefonso Arenales e impresa por el joven, aunque experimentado forastero, Hilario Ascasubi, fue ésta una de las primeras publicaciones periódicas de provincia. Se editaron ocho números «cuyo formato regular era en folio menor». La suscripción por seis meses costaba seis reales.

 

Su frecuencia y cantidad de páginas fue irregular. Los primeros suscriptores superan los cincuenta. Entre ellos estaban Facundo Zuviría, Evaristo Uriburu, Manuel Solá, Pablo Alemán y Marcos Zorrilla, que pagó 20 suscripciones.   

 

Objetivos de la revista

 

El Prospecto que abre este ejemplar define sus objetivos principales: «Amparar la libertad, batir abusos y preocupaciones insostenibles y seguir los pasos de los nuevos estados americanos». Mantener la independencia, exponer opiniones a los «ciudadanos», estimular el debate civilizado, implicaba un «arduo compromiso», como también el abordar «materias de legislación y administración» y procedimientos de los organismos de la justicia.

 

La Revista [...] no invita a súbditos: se dirige a ciudadanos. No apela a localismos: invoca patriotismo y patria común. No elogia personalismos: reivindica instituciones. Había que ser «Amigos de la libertad. Enemigos del servidumbre». El código ético no escrito del periódico se sintetizó en dos propósitos: independencia en la opinión y claridad en el lenguaje.

 

En sus ocho números publicados defendió el derecho del pueblo «de elegir directamente sus representantes». Abogó por el respeto de los derechos «de personas, propiedades y opiniones». Y afirmó que la intolerancia, tanto en política como en religión “es funesta”. 

  

Se critican abusos de poder, fueros especiales, contribuciones ilegales, empréstitos forzosos sin garantías, confiscaciones, corrupción, medidas expoliadoras contra partidos de oposición, trabas a la producción, inseguridad de la propiedad privada, olvido de la educación, las ciencias, el derecho, la economía política, la agricultura, la minería, las matemáticas y la beneficencia. «La moral y la luz» debían «derramarse con igualdad».

 

Comienzo y final

 

El periódico cambió de nombre en su corta vida; su primer número, fechado el 30 de septiembre de 1824 lo hizo como la Revista Mensual, y así continuó en las tres siguientes entregas -del 20 de noviembre y 6 de diciembre, y ya en 1825, la correspondiente al 15 de enero- y ya con su nuevo nombre, Revista de Salta, los siguientes números, publicados el 22 de enero, el 5 y el 10 de febrero, y el 5 de marzo. En este último se informó a suscriptores y lectores el indispensable cese de la revista e informaba que el fallido número 9 «contenía la despedida con una manifestación de principios que han guiado nuestras tareas».

 

Se congratulaba de haber estimulado «el espíritu de discusión que tan favorablemente comienza a difundir la PRENSA» [palabra escrita en mayúsculas]. Y manifestó: «La Revista al despedirse espera confiadamente ser secundada por nuevas producciones de un carácter más profundo, más ilustrado; pero no más patriota, ni más independiente.» 

 

Arenales gobernador

 

El primer día de enero de 1824, la situación política de Salta cambió. En esa jornada y por mayoría, la Junta de Representantes eligió gobernador al general Juan Antonio Álvarez de Arenales, que asumió en reemplazo de José Ignacio Gorriti. Recién «llegado del teatro de la guerra del Perú», Arenales había permanecido catorce años fuera de Salta.

 

El cambio en el Ejecutivo se complementó con un programa de gobierno que, por sus principios, contenido y propuestas no tenía antecedentes en casi ninguna provincia.

 

Cargado de prestigio, de experiencia y de heridas en combate, se consideraba a Arenales persona inteligente, neutral, con autoridad, valiente, equilibrado, honesto y templado en la guerra. Español de nacimiento, fue tanto un liberal ilustrado y reformista como un convencido e inquebrantable patriota. Era ajeno a las luchas internas en Salta.

 

En La Revista Mensual de Salta, sin firma ni autoría, un extenso artículo recogió sus ideas. Arenales estaba convencido de que después de la Guerra de la Independencia, la tarea más importante y urgente era reformar antiguas instituciones para darles solidez y eficiencia. A su entender, los «innobles celos y antipatías provinciales» eran obstáculos para construir la Argentina como Nación.

 

Congreso para la unidad

        

El Congreso nacional debía lograr consenso para crear un Poder Ejecutivo nacional. «Una salva de artillería y repique de campanas» saludó en Salta la apertura de ese Congreso el 16 de diciembre de 1824.  Se esperaba que de sus sesiones surgiera «un sistema ilustrado de unidad. La marcha hacia aquel objetivo debía ser «gradual, orgánica y constitucional». Era necesario «conciliar la moderación con la verdad».

 

La presidencia del Congreso la ejerció el jurista Manuel Antonio Castro, salteño, autor del Manual de Práctica Forense y último director de La Gazeta, periódico que había fundado Mariano Moreno en junio de 1810.

 

Imprenta de la Patria

 

La Revista de Salta se imprimió en la aquí llamada Imprenta de la Patria, conocida en su origen como Imprenta de los Niños Expósitos. Había llegado a Salta nueve meses después del comienzo del gobierno liberal y progresista del general Arenales «el 1 de enero de 1824 en medio de un redoblar de campanas y una ruidosa algarabía de la tímida y crédula Junta».

 

Se trataba de la imprenta que en la ciudad de Córdoba y poco antes de su expulsión ordenada en 1766 por Carlos III, los jesuitas comenzaron a imprimir sus textos religiosos. Ya alejados de nuestro territorio, quedó abandonada en el sótano del Colegio que regenteaba la Compañía de Jesús.

 

La primera imprenta en el Río de la Plata había sido una Minerva indígena, «tosca», armada de todas sus piezas, con tipos de su fabricación, y manejada por indios de las Misiones Jesuíticas. El primer libro impreso vio la luz a inicios del 1700.

 

En 1780 el Virrey Vértiz, en carta al franciscano rector del Colegio Montserrat de Córdoba, expresó su preocupación por el abandono y deterioro de esa imprenta «desecha y desarmada». A su preocupación añadió interés en adquirirla para su restauración y uso.  El cura rector del Montserrat aceptó la propuesta del Virrey.

 

«El material de la imprenta llegó en los primeros días del mes de febrero de 1780; pesaba 11 arrobas y 10 libras y venía acondicionado en 1 petaca, 5 líos y 8 cajones». Incluía tipos [letras] unos mezclados, otros carcomidos, «una prensa de hierro incompleta y otra averiada de madera». Por la imprenta «se pagó 1.000 pesos, 40 pesos por el flete, y 1812 más para ponerla en condiciones». Instalada en Buenos Aires se le impuso el nombre de Real Imprenta de los Niños Expósitos.

 

Rivadavia donó la imprenta

        

Casi medio siglo después, el 19 de marzo de 1824, en nombre del gobierno de Salta, su representante Victorino Solá ofreció comprar en tanto su «costo no sea excesivo». La respuesta de Bernardino Rivadavia fue inmediata y generosa: dispuso donar la antigua imprenta, en consideración de los importantes servicios que esta provincia había prestado durante la Guerra de la Independencia.

 

El apoyo de Rivadavia no fue solo un gesto solidario a Salta. Fue un acto de coherencia con su defensa de la libertad de prensa. Frente a un caso de censura en Córdoba, Rivadavia recordó que había una ley que regía en Buenos Aires y en las demás provincias «que acuerda a los escritores la facultad de escribir con absoluta independencia de la autoridad del gobierno». El gobierno de Salta solo pagó los elementos complementarios: los tipos, el barrilito de tinta, algunos útiles y tablones, todo por 457 pesos y 5 reales. El inventario detallado se conserva en el Archivo General de la Nación.


¿Cuántos lectores habría en la ciudad de Salta que, en 1801, tenía 5.093 habitantes?, según datos del Obispo Moscoso. De ese total, en esta ciudad se registraron diez suscriptores de El Telégrafo Mercantil, la mayor cantidad de abonados en una provincia a ese primer periódico del Río de la Plata. Uno de ellos fue Gabriel de Güemes Montero, Tesorero Real y padre del general Martín Miguel de Güemes.

 

En 1854, treinta años después de la aparición de La Revista de Salta, la población de la ciudad reunía sólo 8.000 habitantes, según Manuel Castellanos.  Sobre ese total era ínfima la cantidad de personas que escribían y, mucho menor, las que tenían como hábito la lectura.

 

En su libro La Imprenta en Salta, Miguel Solá señaló: «Desde 1831 hasta 1854 no sale en Salta ningún periódico». El lapso coincide con los dos períodos de la dictadura de Juan Manuel de Rosas. 

 

Ascasubi, imprentero

 

El 19 de marzo de 1824 se firmó el contrato entre el gobierno de Salta y el tipógrafo Hilario Ascasubi. Victorino Solá representó al gobernador Arenales en la firma de aquel acuerdo que se formalizó en Buenos Aires el 31 de agosto de 1824. En el documento, Ascasubi se comprometió ir a la ciudad de Salta, con gastos asumidos por el Ejecutivo provincial, para «armar y servir la imprenta propia de aquel Estado, imprimiendo todo lo que el señor gobernador me mande hacer lo perteneciente a secretaría».

        

El contrato tendría vigencia durante tres meses, a razón de 25 pesos mensuales, pagados por adelantado. Ascasubi estaba habilitado para hacer otros trabajos para particulares, cobrando y pagando papel y tinta, además de tomar y enseñar a tres o más jóvenes los secretos del arte tipográfico.

 

El trámite fue rápido. Desde la oferta de adquirir la imprenta al gobierno de Rivadavia hasta la publicación del primer número de «La Revista Mensual de Salta» -el 30 de septiembre de 1824-, solo habían transcurrido seis meses, incluyendo treinta días de su traslado desde Buenos Aires, en carretas que transportaban armas. Llegada a la ciudad de Salta, la imprenta fue instalada en la «casa de las Arias» y rebautizada como Imprenta de la Patria.

 

El 11 de noviembre de 1825, por decreto, el gobierno de Salta rescindió el contrato con Ascasubi. Mujica Láinez conjetura que, de a caballo y guitarra en bandolera, trepando El Portezuelo el joven Hilario Ascasubi se detuvo a mirar por última vez aquel pequeño racimo de modestas casas blanqueadas de la ciudad de Salta donde había residido quince meses. Era la aldea donde algunos lo consideraron «desleal» y «facineroso».

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      Ildefonso Arenales, director

        

Hijo del general Arenales, nació el 5 febrero 1798, en San Antonio de Arque [Alto Perú] y murió en Buenos Aires el 13 de julio 1862. Cuando dirigió La Revista de Salta tenía 26 años y el grado de mayor. En 1816 viajó a Buenos Aires a continuar estudios. Graduado ingeniero, se especializó en topografía.

 

Estuvo relacionado con profesionales y científicos americanos y europeos. En 1820 José de San Martín lo incorporó al Ejército de Los Andes con el grado de teniente y estuvo bajo directas órdenes del general como su Ayudante Mayor. En 1822 acompañó a su padre en la Segunda Campaña de la Sierra. En 1824 regresó a Buenos Aires; cabe inferir que enseguida se trasladó a Salta. 


En 1828 obtuvo el grado de coronel graduado y diez años más tarde fue ascendido a coronel, grado con el que puso fin a su carrera militar rehusando después su merecido ascenso a general. Dio por cumplida su etapa militar, negándose a intervenir en conflictos internos políticos y militares. Desde 1834 hasta mayo de 1852 perteneció como ingeniero al Departamento Topográfico de Buenos Aires, del que fue presidente.

        

En 1833 publicó su importante obra Noticias históricas y descriptivas sobre el gran país del Chaco y río Bermejo con observaciones relativas a un plan de colonización que se propone, obra que dedicó a Florencio Varela. Este libro, impreso en Buenos Aires en el taller “Hallet y Ca.”, con sus 422 páginas, está dividido en tres secciones. Añade un texto de Tadeo Haenke y una página de erratas.

        

Al final del libro incluye una interesante lista de 132 suscriptores, entre los que figuran Carlos María de Alvear, el general Tomás Guido, Juan Martín Pueyrredón, Juan Manuel de Rosas, Pablo Soria, Pío Tedín, Pedro de Ángelis, Santiago Calzadilla y el salteño y futuro colonizador Aarón Castellanos. Durante el gobierno de su padre, en medio de las turbulencias políticas y militares en Salta, se trasladó con él a Orán con el fin de recoger información necesaria para diseñar ese ambicioso proyecto de aprovechamiento del Río Bermejo y de colonización.

        

En Ligeros apuntes para su biografía, un folleto sobre Ildefonso Arenales sin firma de autor, publicado en marzo de 1934, se aportan otros datos sobre su trayectoria: «Confeccionó diversos planos de acciones de guerra y colaboró, como redactor o dibujante, en varias obras de su competencia publicadas en América y Europa.

        

De la colección de retratos y vistas del célebre litógrafo Bacle, varias llevan su firma, en especial la figura del General Arenales y una vista de la ciudad de Salta [1]. Inició, desde su paso por los Andes, un diccionario geográfico de Chile, Perú y Río de la Plata, quedando inédito, como muchos de otros trabajos de esta especie».    

 

Hilario Ascasubi antes y después de La Revista de Salta

        

Nació el 14 enero de 1807 en Bell Ville [Córdoba], en un alto forzoso durante el viaje de sus padres que pasaban en carreta por ese sitio. Su madre, Loreta de Elías, era mulata y su padre, de origen vasco, era comerciante. En 1812 Hilario conoció a San Martín. Estudió en el Colegio San Francisco. En 1819 embarcó como grumete en el buque mercante La Rosa Argentina rumbo a Guayana y Estados Unidos. Apresado por una nave portuguesa, el buque donde viajaba Ascasubi fue desviado a Lisboa. Alguno de sus biógrafos dice que estuvo en Francia e Inglaterra.

        

En 1822 llegó a Bolivia y regresó al país por Chile. En 1824, lo comentamos, se instaló por poco tiempo en Salta. La intensa vida de Ascasubi, notable poeta precursor en la temática gauchesca, se apagó a los 68 años, el 17 de noviembre de 1875, en Buenos Aires, en su casa de la calle Talcahuano. Murió después de regresar de París, donde fue a liquidar sus bienes. Por boca de «Aniceto el Gallo», Ascasubi puede haber pintado su autorretrato, definiéndose como un hombre «corrido, sabido, leído y escribido». Desde muy joven se autotituló profesor.  

 

Nota:

1] César Hipólito Bacle incluye la Vista de Salta [ver imagen] en su periódico «Museo Americano» [núm. 11, pág. 81] indicando que se trata de un dibujo de Hipólito Moulin, artista y militar francés que trabajaba en su taller, de quien no hay datos de un viaje a Salta, razón por demás sólida para pensar que la elaboró a partir de una obra original de Arenales [ver la imagen reproducida de otra versión, que así lo indica].

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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