Las arañas de la seda

Maravillosa capa tejida con seda de arañas doradas de Madagascar. Obra creada por Simon Peers y Nicholas Godley, exhibida en el Museo Victoria & Albert, de Londres en 2012.



Láminas 1.2 y 2.2 tituladas Wilder, Wales & Nichols. Modos de producir seda a partir de insectos. Patentado el 9 de enero de 1866.



Irina Podgorny

(Quilmes, Argentina, 1963).


Historiadora de la ciencia. Doctora en Ciencias Naturales (Universidad Nacional de La Plata, Argentina). Investigadora Principal del CONICET en el Archivo Histórico del Museo de La Plata. Profesora Invitada en universidades y otras instituciones nacionales e internacionales. Presidente de la Earth Science History Society (2019-2020), desde 2021 es miembro del Consejo de la History of Science Society (HSS), donde está a cargo de su comité de Reuniones y Congresos.


Autora de numerosos libros, este año publicó Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa argentina de paleontología ilimitada (Edhasa, Buenos Aires, 2021) y Los Argentinos vienen de los peces. Ensayo de filogenia nacional (Beatriz Viterbo, 2021). Sus artículos se han publicado entre otras revistas en Osiris, Science in Context, Redes, Asclepio, Trabajos de Prehistoria, Journal of Spanish Cultural Studies, British Journal for the History of Science, Nuncius, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, Museum History Journal, Journal of Global History, Revista Hispánica Moderna, etc.


Asidua colaboradora de la Revista Ñ, dirige la Colección "Historia de la ciencia" en la editorial Prohistoria de Rosario, donde en 2016 se publicó el Diccionario Histórico de las Ciencias de la Tierra en la Argentina, gracias a un proyecto de divulgación científica del CONICET.


Sus publicaciones pueden consultarse: AQUÍ


Por Irina Podgorny *

En octubre de 1865, Burt G. Wilder (1841-1925), cadete de medicina y cirujano militar durante la Guerra Civil, cirujano del 55º Regimiento de Voluntarios Negros de Massachusetts, exhibió especímenes vivos, conservados y de ambos sexos de una especie de araña geométrica, grande y poco conocida. La identificaba provisoriamente como Nephila plumipes, procedente de la costa de Carolina del Sur y adjuntaba una seda de color amarillo brillante, que había hilado del insecto vivo, describiendo la especie y un método desconocido para obtener su seda.

 

El «Regimiento 55 de voluntarios negros» -como se llamaba en la época- era una de las unidades organizadas en los estados del norte durante la segunda mitad de la Guerra Civil, constituidas por hombres afroamericanos al mando de oficiales blancos. El 55º Regimiento de Infantería fue el regimiento hermano del famoso 54º de Voluntarios de Massachusetts. La Proclamación de Emancipación por parte del presidente Abraham Lincoln el 1 de enero de 1863 abrió el camino para el alistamiento de hombres libres de color y esclavos recién liberados para luchar en el Ejército de la Unión. La dotación de las filas del 54º se completaron rápidamente pero el exceso de voluntarios que llegaban de otros estados y también de Africa, llevó a autorizar otro regimiento patrocinado por la Commonwealth de Massachusetts. Wilder, que era blanco, se desempeñó en ambos y,  en agosto de 1863, ya en el norte de Folly Island, mientras recorría las inmediaciones del campamento del regimiento 55, registró en sus cartas que había «atrapado una araña grande y muy hermosa, de la cual, mientras permanecía quieta cerca de la parte superior de mi tienda, enrollé seda en una pluma o púa durante una hora y cuarto, a razón de seis pies por minuto, haciendo cuatrocientos cincuenta pies o ciento cincuenta yardas». Hoy se la conoce como Nephila wilderi. Varios de los ejemplares hembra y macho que crió y estudió, sobreviven (muertos) en las colecciones de Cornell acompañadas de una hebra de seda de 2 millas.

 

Wilder se había formado en Harvard con Louis Agassiz, Asa Gray y Jeffries Wyman y, luego de la guerra, fue nombrado profesor de anatomía comparada, neurología y zoología en la Universidad de Cornell.  Sus trabajos de laboratorio sobre el cerebro de los mamíferos y la anatomía de los gatos son una referencia, y parte de sus colecciones de cerebros y de felinos disecados todavía se conservan en la universidad donde enseñó. Sin embargo, fue un hábil observador de campo ya que, como médico militar, en el frente, empleaba su tiempo libre en el estudio de la fauna del sur, un territorio ausente en las colecciones del norte. Esa dedicación se puede ver en su archivo donde abundan los registros de River's Causeway, Fort Wagner, Charleston, Grimball's Causeway, Fort Sumter, Honey Hill, Pocotaligo y Folly Island en Carolina del Sur. Esta última es una isla de 18 km2 que forma una barrera en el océano Atlántico, que, durante la Guerra Civil estadounidense, sirvió como zona de reagrupamiento para las tropas del ejército de la Unión contra las fuerzas confederadas asentadas en la región de Charleston.

 

De hecho, en 1863 mientras Wilder estaba allí, y como era costumbre entre los cirujanos y médicos militares, aprovechaba su tiempo libre para dedicarlo a observaciones zoológicas y prácticas sobre un asunto que, para 1860, había vuelto a ser acuciante: la crisis en la provisión de seda debido a las plagas e infecciones que amenazaban al gusano de las plantaciones chinas y europeas. Wilder, con esto en vista, conservó la seda de la araña separada de la pluma o púa con el fin de determinar su peso, informando ante la sociedad científica de Boston: «Nunca había oído hablar de este método de obtener seda; tampoco había visto ni leído nada sobre una araña semejante; pero, aunque este espécimen no se conservó, quedé tan impresionado por su tamaño y el peculiar aspecto que le daban sus pelos rígidos de las patas, que cuando, durante el verano siguiente, otro oficial de nuestro regimiento me describió una gran araña muy común en Long Island, justo al oeste de Folly Island, supe que se trataba de la misma especie y le conté lo que había hecho, añadiendo que estaba seguro de que alguna vez se sacaría algo de ella.»

 

Según el relato de Wilder, el mayor Sigourney Wales (1836-¿?)- originario de Boston-  sustituyendo un cilindro que funcionaba con una manivela, por el mío que giraba con los dedos, obtuvo más seda, que enrolló en ranuras cortadas en anillos de goma dura; mientras que el Teniente coronel Charles Barnard Fox (1833-¿?), un ingeniero civil originario de Newburyport, empleando un taladro de engranajes con ruedas dentadas, logró resultados similares aún más rápidamente. En la primera máquina enrolló la seda en dos ranuras cortadas en la periferia de un anillo de goma dura, paralelas excepto en un punto donde se cruzaban para formar una especie de sello, la seda era guiada en este cruce por un pasador sobre un pivote movido por la mano en cada revolución del anillo. Obtuvo tres mil cuatrocientas ochenta yardas, o casi dos millas de seda, una longitud que se calculó determinando las diferentes dimensiones del anillo donde se enrollaba, y multiplicando por esto el número de revoluciones del cilindro por minuto [170], y este producto de nuevo por el número de minutos de enrollado real [285], habiendo deducido del tiempo bruto de enrollado [unas nueve horas].

 

Todo esto ocurría en el otoño boreal de 1864, pero en febrero de 1865, cuando Wilder se preparaba para exponer los resultados de sus observaciones a los Naturalistas de Boston, se acercó a sus profesores de Harvard para mostrarles los especímenes y la seda obtenida. Estos opinaron que tanto la araña como la idea de obtener seda de estos animales, eran una novedad en el mundo de la zoología y de sus posibles aplicaciones. Por su parte, el profesor y anatomista Jeffries Wyman (1814-1874), a cargo del Museo Peabody de Arqueología y Antropología, buscó en su colección de animales en formol y, entre los insectos procedentes del “Sur”, dio con un individuo femenino de la araña, un espécimen que sin embargo, carecía de información acerca de su localidad de procedencia y de cómo había sido obtenido. En agosto de 1865, Wilder conseguía en Long Island (SC) varios especímenes hembra y lograba transportarlos al Norte del país. Probablemente, los existentes en las colecciones de Cornell sean alguno de estos o alguna de las crías que Wilder obtuvo en octubre de 1865, las cuales, para abril del año siguiente ya medían más de dos centímetros y medio de longitud.

 

La araña, sin dudas, era rara: Wilder lo remarcaba en base a su experiencia, dado que nunca, durante su estancia de dos años en la costa y en el interior de Carolina del Sur y Florida, había encontrado ningún rastro de la misma que, por lo visto, parecía confinarse cerca de Long Island con la excepción del primer espécimen encontrado en Folly y un capullo descubierto en un árbol en James Island. Tampoco aparecía en la bibliografía de los entomólogos del país que, hasta ahora no le habían prestado atención a estas localidades insulares y sureñas insignificantes pero solo en apariencia. Sí estaba en la obra del entomólogo renano Carl Ludwig Koch (1778 -1857), inspector de aguas y bosques y autor de los trece volúmenes titulados «Die Arachniden». Allí, en el tomo 6 se publicaba la imagen de una hembra mutilada, la única conocida y que, según el autor, procedía de Louisiana, y se conservaba en el museo del naturalista y grabador franco, Jacob Sturm (1771-1848) de Nuremberg. Koch la llamaba Nephila plumipes y, a pesar de que estaba incompleta y mal caracterizada, Wilder adoptaba este nombre para esta araña de la seda.

 

Wilder, en su informe, reconocía no solo el nombre de los oficiales que lo habían ayudado con sus trabajos sino también su propia ignorancia sobre el tema: en nota a pie de página, comentaba que cuando su artículo sobre la araña carolina estaba en pruebas de imprenta, en la biblioteca Astor de Nueva York, dio con la copia de una obra muy rara publicada en italiano por R. M. de Termeyer: «Richerche e sperimenti sulla seta de Ragni»,  donde este describía el proceso que había inventado  para obtener seda de las arañas. Wilder, poco después, se encargó de traducirlo al inglés para su difusión en este idioma, ya que publicado hacia 1800, había sido ignorado por la posteridad, entre otros por el naturalista galés John Matthew Jones (1828-1888), quien en 1859, editó sus observaciones en las Islas Bermuda, incluyendo sus experimentos con las arañas locales, y las propiedades físicas de sus hilos.

 

Ramón Maria Termeyer (1737-1815), cuya obra ha sido estudiada por  el Padre Furlong y Miguel de Asúa, había sido un jesuita español nacido en Cádiz y formado en Sevilla. La Real Academia de la Historia de Madrid reseña su vida con bastante detalle en su Diccionario Biográfico electrónico, donde se puede leer que el gaditano ingresó en la Compañía en 1755 y ya sacerdote, fue destinado a la provincia del Paraguay. Llegó a Buenos Aires en 1764, trayendo consigo una ampolla con huevos de gusanos de seda, para proseguir sus observaciones, iniciadas en 1759. Fue enviado como compañero de Florián Paucke a la reducción de mocobíes San Javier, dependiente del Colegio de Santa Fe donde comenzó a estudiar las arañas.  Al decretarse la expulsión de los jesuitas, Termeyer zarpó de Montevideo en 1768 y se exilió en Faenza, Emilia-Romagna, donde siguió sus investigaciones. Después de la supresión de la Compañía en 1773, se estableció en Milán y convirtió su casa en un “nido de arañas”, enviando colecciones a la Corte de Madrid. Se dice que obsequió con medias de seda de araña al rey Carlos III, a la zarina Catalina II de Rusia, al Rey de Nápoles y al archiduque Fernando de Austria y que fabricó unos guantes para su propio uso. En 1806, hizo una exposición de diversos «objetos de telaraña», que donó después a Napoleón Bonaparte, a la emperatriz Josefina y a la virreina de Italia, Auguste- Amélie-Louise de Beauharnais. Se desconoce la fecha y causa de su muerte.

 

Pero Termeyer tampoco era el primero: cada crisis de la seda, era acompañada de experimentos alternativos para producirla. Así, en 1709, el magistrado y naturalista francés François Bon de Saint-Hilaire (1678-1761) intentó fabricarla a partir de arañas francesas y consiguió crear «calzas y mitones» que enviaba de regalo. La disertación de Bon sobre el tema tuvo mucho éxito pero la empresa no prosperó. Por su parte, el médico Auguste Vinson (1819-1903) en su libro de 1863, se ocupaba de las arañas de la Isla de la Reunión, Mauricio y Madagascar, relatando que bajo la administración del general Decaen [1804-1810] los criollos tejieron un espléndido par de guantes que luego enviaron a Josefina, la esposa de Napoleón. Regalos -todos- que mezclan hilos con emperatrices y la mera propaganda con los nombres de los nobles y la promesa de futuro.


Una modelo desfila la capa tejida con seda de araña en el Victoria & Albert Museum de Londres.


Verdad o mentira, Ramón Maria Termeyer tampoco sería el último en promover las utilidades de la araña tejedora: además de los ensayos hechos y citados por Wilder, hoy los experimentos continúan. Entre otros, en la década de 2010, el diseñador de moda estadounidense Nicholas Gidley y el historiador del arte y experto en textiles, el británico Simon Peers, han creado unas piezas extraordinarias de seda dorada obtenidas de la araña de Madagascar. Entre otras, una capa tejida con la seda de más de un millón de arañas salvajes que, en 2012, fue exhibida en el Victoria & Albert Museum de Londres.

 

Semejante lujo, no nos debe hacer olvidar que aquí nomás, en Paraguay, el encaje de ñandutí (tela de araña en guaraní) quizás -solo quizás- guarde el recuerdo perdido y sepultado de los empeños de un jesuita que llegó a la antigua Santa Fe con varios capullos del gusano de seda y regresó a Europa cargado de arañas e ideas. Las mismas -pero otras- que seguramente había aprendido leyendo y estudiando en las bibliotecas de Sevilla. Porque a fin de cuentas, nada se inventa, todo se olvida y, luego, se transforma. 


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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