Pivel Devoto, un patrimonialista en el Archivo General de la Nación, en Uruguay

Juan E. Pivel Devoto. Fotografía: Gentileza Ministerio de Educación y Cultura. República Oriental del Uruguay.



Su escritorio personal. Fotografía: Gentileza Zorrilla Subastas.



En la imagen, de izq. a der.: Juan E. Pivel Devoto, Wilson Ferreira Aldunate y Carlos Julio Pereyra. Donación de Juan Pablo Pivel Devoto. Fotografía: Gentileza Archivo General de la Nación. República Oriental del Uruguay.



De izq. a der.: Fernando Oliú, Juan E. Pivel Devoto, Wilson Ferreira Aldunate y Ulises Pivel Devoto. Paysandú, 1973. Donación de Juan Pablo Pivel Devoto. Fotografía: Gentileza Archivo General de la Nación. República Oriental del Uruguay.



María Beatriz Eguren de Oliú


Profesora egresada del IPA, docente en ámbitos privados y públicos. Docente jubilada de la Universidad de Montevideo. Actual directora de Documentación del Archivo General de la Nación y directora de Investigaciones del Archivo Artigas. Coautora y autora de diferentes libros, entre ellos, «H.D un aporte a la cultura uruguaya» y «Breve historia del Archivo Artigas».


Por María Beatriz Eguren de Oliú *

El Archivo General de la Nación, en su sede de la calle Convención 1474 de Montevideo, supo recibir la presencia diaria de don Juan, no sólo cuando fue director interino de la Institución en los años 1971 a 1973, sino cuando la tarea de director honorario de la Comisión Archivo Artigas le dio un espacio físico en la sede [con tanto esmero se lo recibió que se alhajó su despacho con los sillones que habían utilizado los antiguos ministros de Instrucción Pública]. Ya mayor concurría diariamente a la sede de la Institución, hasta el infausto día del 22 de julio de 1994, última vez que estuvo allí.

 

Si bien se ha trazado la figura de Juan Ernesto Pivel Devoto [1910 – 1997] desde diferentes ópticas, cuando pensaba en su trayectoria veía un hilo conductor en toda ella. Pivel fue antes que nada un servidor público desde el puesto que le tocara estar: como administrativo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, o como ministro de Instrucción Pública y Previsión Social [así se llamaba el hoy Ministerio de Educación y Cultura], y fue también, ministro interino de Relaciones Exteriores, y de Industria. Su idea era servir al Estado casi como un sacerdocio, consagrando para ello jornadas extensísimas de labor, honorarias muchas veces, y no exigía menos a sus funcionarios.


Otro rasgo notable de su personalidad fue su gran amor a la nación, no sólo en sus textos, sino en la recopilación, compra e impulsos que daba a los particulares para que donaran sus archivos u hojas sueltas; decía Pivel: «los documentos son los verdaderos ladrillos para escribir la historia».

 

Servidor del estado como funcionario público, político y formador de la conciencia nacional

 

Para confirmar esta aseveración basta recordar, por un lado, su «puesta al hombro» del Archivo Artigas –que es la consolidación de la figura del héroe; no existe en América homenaje documental más grande–, labor que afianza la conciencia nacional. Presidió el Archivo Artigas por veinte años, fue el prologuista de 15 tomos, con un estudio –en esos volúmenes– de 5209 documentos. Estrategia que en este 2025 culmina con el Tomo 39 reuniendo 12.918 documentos, más las listas de Revistas al sur de Río Negro, un anexo a la colección, con otros 505 documentos.

 

La ley del 13 de junio de 1944, impulsada por el doctor Gustavo Gallinal dispuso la compilación y publicación de todos los documentos referidos a José Gervasio Artigas y se creó una Comisión honoraria de especialistas para tal fin; dicha compilación documental fue denominada Archivo Artigas. Eduardo Acevedo presidió la misma acompañado por prestigiosos nombres: el propio Gallinal, José Traibel, Ariosto Fernández y Juan Pivel Devoto que, poco a poco se consagra como el alma mater del Archivo Artigas. Y si bien la modalidad de integración varía a lo largo de los años, no quiero dejar de nombrar entre sus miembros a María Julia Ardao, Elisa Silva, Elena Gallinal y Aurora Capilla.

 

El 1° de noviembre de 1944 se crearon los departamentos de Investigaciones y de Selección para las publicaciones, y como en todo grupo humano se produjeron ciertas discusiones por la metodología a utilizar en el Archivo Artigas.

 

El primer tomo se edita el 19 de junio de 1950; obvio, con un trabajo previo de relevamiento en diferentes repositorios documentales, principalmente en las provincias del litoral argentino; y también, con intercambios de ideas referidas, por ejemplo, al modo en que se iba a presentar la colección, si en un orden cronológico o como una serie.

 

El 31 de marzo de 1945 Pivel hace la consideración siguiente: «Si reuniésemos subordinándolos a la fecha todos los documentos datados en abril de 1813 veríamos por ejemplo como se esfuma en el conjunto de papeles el Congreso de Tres Cruces mezclando sus actas y antecedentes con las actividades de las fuerzas que ponían cerco a Montevideo. Si esta confusión se produce con los documentos del 13 cuando la influencia de Artigas no desborda los límites de la provincia Oriental, que ocurrirá con los pertenecientes al 15 o 16 por el solo hecho de ser fechado el mismo día, tendríamos reunidos sin que guardase relación alguna entre sí, un oficio relativo al gobierno militar, una nota de administración de justicia, una proclama, etc. Se impuso así el criterio de series y dentro de ellas el orden cronológico, modalidad que se aplicó hasta el final del Archivo Artigas.

 

Otro sello piveliano en Archivo Artigas es la confección de índices, el general, el onomástico, el geográfico, etc. Por ejemplo, el mismo toponímico puede ser expresado a lo largo del tomo con muchas variantes, y en su tiempo se realizaba sin los medios tecnológicos actuales para detectar esas transformaciones del lenguaje. Siempre estaba allí Pivel a cargo de la última corrección.

 

78 años con la misma identidad, el Archivo Artigas, sello de Pivel

 

Esta actividad la retoma luego de la caída de la dictadura uruguaya, el 24 de julio de 1985 el Poder Ejecutivo lo designa para desempeñar la Dirección de Investigaciones y publicaciones del Archivo Artigas con el mismo carácter honorario que tuvo desde 1945 a 1982.

 

En esa misma época había asumido la presidencia del CODICEN [órgano de enseñanza secundaria]; ya mayor, Pivel expresó: «aceptamos con la mejor disposición de ánimo para llevar a la práctica el programa de trabajo y coronar una empresa que a todos nos obliga».


Fue un doble compromiso, una doble carga de tareas que hizo mella en su salud. Llevó adelante una lucha ideológica al frente del CODICEN donde pasó muchos sinsabores, gritos frente a su casa de la calle Ellauri, caceroladas en su contra; a pesar de esto y con esta tarea, desde el retorno a la democracia en su presidencia del Archivo Artigas se publicaron 7 tomos: el primero en agosto de 1987 y el último con Pivel al frente, el tomo 28, en 1994.

 

Otra faceta que quiero destacar es la de las compras y donaciones gestionadas por Pivel Devoto para el Archivo General de la Nación; Pivel es un hombre de dualidades, en sus libros lo refleja: campo-ciudad, caudillo-doctor, partido Blanco-Colorado. Con esta óptica impulsó múltiples adquisiciones para la institución. A manera de ejemplo cito el archivo del presidente Luis Batlle Berres con 201 cajas, y los archivos de Aparicio Saravia, de Teresa Mascaró [viuda de Máximo Santos], de Pablo Galarza, y de Luciano Martínez, además de setecientos documentos de particulares, hojas sueltas, correspondencia entre gente sin cargos oficiales. [1] Al respecto, supo escribir: «los documentos oficiales tienen el pecado de origen, posan para la historia, pero a la historia la hace toda una colectividad humana, no la hacen solo los que gobiernan, ni los que dictan las leyes, ni los que preponderan, es necesario a los documentos oficiales vivificarlos con lo que podríamos llamar testimonios espontáneos, que con una vivacidad y frescura dan a la historia un pintoresquismo y la fuerza de una vivencia».

 

Se ha escrito mucho sobre la coherencia discursiva de Pivel para construir el relato de la nación; fue también constructor de la nacionalidad con el enorme incremento de documentos para el A.G.N, y que logra uno de sus mayores éxitos de acopio documental para el archivo con la acordada de la Suprema Corte de Justicia del 26 de marzo de 1973 que dispuso el pasaje de los archivos de juzgados y tribunales al Archivo General de la Nación, creándose otra sede física del A.G.N, la llamada sede judicial, situada en las calles San Martín y Blandengues de Montevideo.

 

Pivel era profundamente nacionalista, militando activamente en el Partido Nacional del que llegó a ser presidente de su Directorio y partícipe de sus discusiones, pero fue profundamente estatista; se explica así su férrea voluntad de propiciar la compra de documentos o donaciones para el Estado. Estaba atento a los fallecimientos o a herederos que quisieran vender repositorios para que el Estado los adquiriera, y siendo blanco impulsó que muchos documentos [que podrían haber quedado en el Partido Nacional, por ejemplo la colección de fotografìas que tenemos en el Archivo de Aparicio Saravia], fueran  comprados para el Archivo General de la Nación y no para el partido; asimismo fue un gran impulsor de la donación del archivo de Luis Batlle Berres. Para él, los repositorios conservados en el Estado significaban otro anclaje más para construir la nación, como lo fueron el mencionado Archivo Artigas y la Colección de Clásicos uruguayos.

 

Fue un celoso custodio de los bienes que se le confiaban, por ejemplo, las actas que escondió del Partido Nacional durante la dictadura para que los militares no las destruyeran, y que con la restauración democrática fueron devueltas a dicha institución orgánica. Recordamos otro ejemplo con los apuntes de clase de un alumno de José Enrique Rodó, confiados a él en el año 1963, y que al fin el Archivo los publicó en el año 2023.

 

Quedan fuera de estas líneas otras enormes facetas de Pivel como escritor, docente, miembro de la Colección de Clásicos uruguayos, director del Museo Histórico Nacional, etc.


Sí pretendo subrayar un aspecto que pocas veces se dice de Pivel historiador y que apenas hemos mencionado aquí, su compromiso por rescatar al anónimo [lo que no era común en la historiografía de su época], al que la historia no le da nombre, y con esto quiero concluir porque da cuenta de la visión y humanidad de don Juan. Lo hago con un párrafo extraído de su prólogo del Archivo Artigas referido al Éxodo del pueblo oriental, que para Pivel era el acontecimiento fundacional de la nación.

 

Refiriéndose al éxodo afirmó: «Jamás llegaremos a saber quién fue el primero de los paisanos orientales que dio la voz de alarma a sus vecinos para abandonar la tierra, jamás conoceremos los nombres de los que murieron en la marcha, los escondidos senderos que cada uno hubo de seguir para sumarse a la caravana de la patria fugitiva, nunca lo sabremos. Ni interesa a nuestro juicio, no sabemos el lugar olvidado donde reposan sus huesos hoy confundidos con la tierra, pero podemos afirmar sí, con total certidumbre, que la admirable alarma que congregó en una sola masa humana a las familias de las distintas jurisdicciones de la Banda Oriental, que el impulso pasional, el temor, el ansia de libertad, la adhesión emocional a un caudillo, el precipitar del éxodo del pueblo oriental sellaron entre los hombres libres de esta tierra el pacto social del que surgió la nacionalidad oriental, la noción de que éramos un pueblo que las fuerzas que animan la historia llamaban a darse un propio destino».

 

Y concluyo, ¡cuánto contribuyó Pivel a forjar ese destino!

 

Nota:
1] Bajo su dirección se compraron 18.852 documentos.


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