Últimas noticias sobre la langosta

Una manga de langostas sobrevuela por sobre una calle de Casilda, provincia de Santa Fe. Década de 1940. Fotografía: Archivo General de la Nación. En Internet: VER 




La plaga de la langosta protagoniza la tapa de Caras y Caretas: Buenos Aires, 4 de febrero de 1899. Año II, n° 18. Imagen: Gentileza Biblioteca Nacional de España. 



Con un dibujo de José M. Cao, La langosta mensajera, el 14 de noviembre de 1908 la revista Caras y Caretas (Año XI, n° 528), advierte que en el campo nadie conoce a los funcionarios de la oficina de Defensa Agrícola. Imagen: Gentileza Biblioteca Nacional de España. 



Alejandro Martínez

[La Plata, Argentina, 1974]

 

Antropólogo y doctor en Ciencias Naturales por la Universidad de La Plata. Actualmente es docente de Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo [UNLP]. Ha dado cursos de grado y posgrado en Historia de la Ciencia e Historia Ambiental. Su tesis doctoral trata sobre el uso de la fotografía en la antropología argentina de principios del siglo XX. Ha participado en distintas reuniones científicas y publicado diversos artículos en revistas académicas y capítulos de libros en ediciones nacionales e internacionales. 


Por Alejandro Martínez *

Desde hace aproximadamente diez años, diversos portales de noticias nos vienen informando sobre el regreso de un «enemigo» que parecía derrotado, la langosta migratoria sudamericana [Schistocerca cancellata]. Debido al recrudecimiento de estas invasiones a inicios del año pasado, especialmente en el noreste y noroeste de nuestro país, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agropecuaria [SENASA] declaró el alerta fitosanitaria hasta el 31 de diciembre de 2025. La capacidad que poseen estos insectos en su estado adulto, es decir alado, de trasladarse hasta 150 kilómetros por día, sumada a la enorme voracidad que ejercen sobre la cubierta vegetal y su gran número, los transformó desde hace ya más de un siglo, en una «amenaza» para la economía de la nación al afectar, a veces gravemente, tanto la producción agrícola como la ganadera. Este renacer de las invasiones del acridio se produce varias décadas depués de que su acción se creía controlada. De hecho, desde mediados de la década de 1950 en virtud del uso de pesticidas en conjunto con acciones coordinadas de prevención y manejo de sus focos de cría y reproducción, se había comenzado a pensar que estas «lluvias salvajes», al decir de Natalio Budasoff, eran cosa del pasado, habiendo quedado prácticamente suprimidas de la memoria popular.

 

Sin embargo y teniendo en cuenta este estado de cosas, no está de más recordar que durante la última parte del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, o sea, en los años previos al desarrollo del DDT y los pesticidas actuales, en momentos en que nuestro país transitaba por el llamado auge [y posterior crisis] del modelo agroexportador, la langosta estuvo lejos de ser controlada, y su accionar causaba serios estragos, en los cultivos y también en los círculos científicos, políticos y empresariales. Los diversos intentos, públicos y privados, más o menos serios, que trataron de dar respuesta a esta compleja cuestión no daban los resultados esperados.

 

Estos frustrados ensayos eran reflejados, recurriendo frecuentemente al humor y al sarcasmo, por la prensa de esos años, que si bien estaba siempre a la espera de informar sobre las características de los problemas que se mostraban urgentes para el país y las iniciativas para solucionarlos, no perdía oportunidad de señalar las manifestaciones de debilidad e incompetencia por parte de los encargados de resolverlos.


El asunto de la langosta cobró tal importancia que la acción del Estado se volvió inexcusable.  Y fue así que surgió, poco antes de comenzado el siglo XX, la oficina de Defensa Agrícola, encargada oficial de la lucha contra el acridio, que contaría durante las siguientes décadas con diferentes formas, nombres y tamaños. Se inició en ese momento una suerte de movimiento reflejo entre las invasiones de la langosta y las acciones estatales orientadas a combatirlas. Los esfuerzos oficiales dedicados a la investigación y lucha contra la langosta irían apareciendo y desapareciendo, aumentando y disminuyendo en su estructura –y su presupuesto- al ritmo de las apariciones de las langostas. Era un movimiento espasmódico y pragmático, con momentos de mayor actividad y momentos de casi nula existencia. Un comportamiento en el que las langostas y las oficinas gubernamentales dedicadas a combatirlas se asemejaban bastante.

 

En ese contexto, estos insectos se convirtieron en un tema creciente en las revistas y periódicos nacionales. «Caras y Caretas», por ejemplo, publicaba frecuentemente noticias, caricaturas y misceláneas, junto con artículos de divulgación científica sobre este tema. Inicialmente, apelando al humor y a veces al sarcasmo, relacionaba el problema de la langosta con otros asuntos de la política nacional. De hecho, las diversas comisiones y subcomisiones creadas desde finales del siglo XIX en el Ministerio de Agricultura fueron sospechadas de corrupción y clientelismo político. Era muy frecuente la analogía utilizada por escritores y caricaturistas de esta revista, parangonando los daños de la corrupción política y económica con los daños causados por las plagas de langostas, equiparando a políticos, funcionarios públicos y especuladores económicos con los voraces insectos.

 

Durante la década de 1930, esta revista no solo incrementó la cantidad de noticias relacionadas con la langosta, sino que también comenzó a publicar artículos breves sobre el tema escritos por expertos [agrónomos, entomólogos y biólogos]. Entre ellos econtramos por ejemplo al ingeniero agrónomo italiano Hugo Miatello [1866-1937], ex empleado del Ministerio de Agricultura; al biólogo José Liebermann [1897-1980], encargado de los experimentos de laboratorio en el Insectario de José C. Paz, una rama de la Comisión Científica de Investigaciones sobre la Langosta, y a Ángel Cabrera y Latorre [1879-1960], zoólogo y paleontólogo español, jefe de la sección paleontológica del Museo de La Plata y profesor de la Facultad de Agonomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Cabrera particularmente, criticaba la manera en que se habían enfrentado las plagas de langostas en Argentina, destacando los resultados obtenidos en otros países debido principalmente a la planificación, organización y apoyo financiero para la investigación científica. Según decía, las langostas que mostraban un comportamiento gregario, responsables de la formación de numerosas y voraces mangas eran «anormales, langostas exaltadas», ya que «en la comunidad de langostas, como en la humanidad, según las teorías de Lombroso, hay seres anómalos que inevitablemente se dedican a ser ladrones, agitadores profesionales, poetas neosensibles o a molestar al mundo entero de cualquier manera» [1].

 

En estos tiempos, donde algunos hablan del apocalipsis de los insectos, a veces utilizando el dramático neologismo de «insectaggedon», en razón de las consecuencias de la agricultura sobre la biodiversidad, las langostas sudamericanas parecen determinadas a no suscribir a estas narrativas declensionistas y se muestran con la misma fuerza de hace siglos.

 

Nota:

1. Caras y Caretas, 22/04/1933.

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios

 

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