Joana Vasconcelos en el Palacio de Liria

Construido con botellas, J´adore Dior -el moño gigante creado por Joana Vasconcelos- se multiplica en el espejo. La obra de cambia de color con una frecuencia establecida. Fotografía: Carina Decker.



El par de zapatos de taco alto realizados con cacerolas y tapas de aluminio dialoga con el arte y la decoración de una de las amplias salas del Palacio de Lira. Fotografía: Carina Decker.



Las langostas de cerámica recubiertas con un tejido al crochet por Joana Vasconcelos y equipo, ganan protagonismo en el comedor de la residencia de la Casa de Alba. Fotografía: Carina Decker.



Sonia Decker


Directora de CONSULTART/dgb, consultora con más de treinta años de actuación en el mercado de arte local. 


Licenciada en Publicidad (USAL). 


Fue Perito judicial en Arte, y Profesora de “Mercado del Arte” en las Universidades del Salvador y del Museo Social Argentino.


Integró el grupo fundacional del Museo de Arte Tigre, teniendo a su cargo la adquisición de las obras de su colección permanente.


Artista pintora, ha realizado sus últimas muestras individuales en las galerías VYP, Arroyo y Librería Menéndez.


Por Sonia Decker *

El Palacio de Liria que podríamos definir como la gran mansión urbana de Madrid, fue construido en el siglo XVIII. Desde principios del siglo XIX es la residencia oficial de la Casa de Alba en la capital de España siendo además la principal sede de la valiosa colección de arte y del importante archivo histórico de su propiedad.

 

Se ubica en los números 20-22 de la actual Calle de la Princesa, en una zona conocida antiguamente como el «Barrio de los Afligidos». Es considerado el domicilio particular más grande de Madrid, digno de armonizar con el Palacio Real. Si bien ambos edificios se caracterizan por sus similitudes neoclásicas, el Palacio de Liria fue construido en las afueras de la ciudad cerca de la Puerta de San Joaquín y no en las proximidades del Paseo del Prado como los es el Palacio Real. La otra gran diferencia es que su fachada en vez de estar orientada hacia la calle se rodeó de jardines, iniciativa que corrió a cargo de Jacobo Fitz James Stuart, III duque de Berwick, linaje cuya ascendencia se remontaba a la monarquía inglesa y que tiempo después se fusiona con la Casa de Alba.

 

La construcción se demoró por diversas causas, pero se dio por terminada en 1785. Los interiores fueron rápidamente equipados y decorados transformándolo en la mansión más espléndida de Madrid. En sus salones se celebraban animadas tertulias musicales, sesiones de dibujo y cenas que se extendían hasta la madrugada.

 

Según lo habitual en las antiguas mansiones europeas, el Palacio concentra sus estancias más importantes en la primera planta o planta «noble», con balcones hacia los jardines. Son salones de representación no pensados para el uso cotidiano; fueron concebidos para la exhibición de colecciones familiares. En la planta baja se destaca la amplia biblioteca con 9000 volúmenes, y los extremos del edificio albergan las salas más reducidas ocupadas como vivienda y a las que se accede directamente por un ascensor.

 

Los distintos avatares de las herencias familiares de los linajes de la Casa de Alba y los Berwick, trajeron como consecuencia algunos desórdenes económicos producto de variados mecenazgos y exageraciones en gastos producidos por una vida social intensa. Las rentas menguaban y algunas piezas importantes fueron vendidas. Como la crisis se prolongó durante años, en dos ocasiones [1840 y 1877] los siguientes duques de Alba pusieron en venta otra cantidad de obras en París. Afortunadamente para la actual colección, muchas de ellas, importantes, no llegaron a venderse y otras fueron recompradas volviendo a su lugar de origen.

 

El acervo artístico se enriqueció también gracias al parentesco entre los Alba y la ex emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo, quien falleció en el Palacio de Liria en 1920. Se destacan entre ellas, su retrato realizado por el famoso pintor Franz Winterhalter, el cuadro de Goya de la Marquesa de Lazan, muebles y alhajas de gran valor, que se suman a los innumerables tesoros artísticos, históricos y bibliográficos que alberga la colección del Palacio de Liria.

 

Durante la Guerra Civil Española, el Palacio es confiscado y su dueño, el XVII duque de Alba, abuelo del actual duque don Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, se traslada a Londres como embajador. En noviembre de 1936, la sangrienta guerra se ceba con el Palacio y Liria fue bombardeado y saqueado. Solo se mantuvieron sus cuatro fachadas, pero las pérdidas del interior fueron cuantiosas. Las principales obras de arte pudieron resguardarse gracias a la labor de la Junta de Incautación del Patrimonio Artístico, organismo que fue creado para hacer frente a los saqueos y a las destrucciones. La mayor parte de los cuadros viajó junto a los del Museo del Prado a la sede de las Naciones Unidas en Ginebra. Mientras que los muebles, documentos, objetos y libros fueron guardados en diferentes instituciones como el Banco de España, la Embajada Inglesa, o la Real Academia de San Fernando, entre otros muchos lugares. Las tareas de recuperación se prolongaron durante quince años. Aunque la mayor parte de la colección de pintura se salvó, en el incendio se perdieron más de setenta cuadros y objetos de distinta índole, y lamentablemente la casi totalidad del archivo administrativo sucumbe al fuego, así como la mitad de los libros de la espléndida biblioteca.

 

La reconstrucción del Palacio [1948-1956] fue impulsada por la nueva duquesa Cayetana y su primer marido, pues su padre falleció en 1953 cuando solo se habían hecho los trabajos de cimentación. Ella conservó el palacio porque se lo había prometido a su padre; de no haber sido así, el solar se habría vendido y ahora estaría ocupado por diferentes viviendas. En las obras la duquesa invirtió una fortuna y según algunas fuentes, una gran parte de su patrimonio. Durante este período, los Alba exhibieron parte de su colección en un inmueble cercano llamado «El museíllo».

 

El Palacio recobró su protagonismo rápidamente en la vida social de Madrid. En 1959 albergó con fines benéficos un desfile de modelos con la nueva colección de Christian Dior al que acudió el flamante diseñador de dicha firma francesa en ese momento: Yves Saint Laurent. Se vendieron 2000 entradas a 500 pesetas, cifra muy elevada para la época.

 

El Palacio de Liria sigue perteneciendo a la casa de Alba y es residencia oficial del actual poseedor del título, el duque de Liria y Jérica. Al igual que otras propiedades históricas de la familia, es gestionado por la Fundación Casa de Alba, y en 1974 fue declarado Bien de Interés Cultural.

 

Han visitado Liria a lo largo del tiempo, los personajes más ilustres. Entre ellos Oscar Wilde, Gregorio de Marañón, José Ortega y Gasset; compositores como Igor Stravinski y Cole Porter. No faltaron a la cita políticos de la talla de Winston Churchill y Théodore Roosevelt, y estrellas de cine como Charles Chaplin, Audrey Hepburn, Charlton Heston y Sofía Loren. Han seguido visitando el palacio celebridades como el diseñador Valentino, Richard Gere, Bruce Springsteen y Glenn Close, entre otros.

 

En el mes de febrero del corriente año, fue inaugurada una muestra de la artista portuguesa Joana Vasconcelos nacida en 1971, y reconocida por sus instalaciones a gran escala.

 

Vasconcelos nació en París durante el exilio de su familia y regresaron a Portugal tras la Revolución de los Claveles en 1974, proceso que llevaría al país a las primeras elecciones democráticas tras medio siglo de dictadura.

 

Estudió en el Centro de Arte y Comunicaciones Visuales de Lisboa. Actualmente vive y trabaja en dicha ciudad.

 

Vasconcelos expuso en la Bienal de Venecia su famosa obra «La novia» en 2005 y en junio de 2011 con su instalación titulada «Contaminación» inauguró la exposición colectiva «El mundo te pertenece», celebrada en el Palazzo Grassi. La obra, de importantes dimensiones, producida con objetos encontrados o hechos a mano, es una composición orgánica, una colección de colores vibrantes y de diversas formas y volúmenes que dialoga con la arquitectura de los lugares donde se instala. La artista y sus asistentes trabajaron muchos meses en las realizaciones de estas obras de gran tamaño donde el mensaje en este caso, era mostrar la capacidad de contaminación propia de un virus y sus posibilidades de instalarse en cualquier parte, propagarse y adaptarse. La obra fue adquirida por el magnate Francois Pinault y hoy integra su importante colección.

 

En Vasconcelos, cualquier color, forma o textura están permitidos. Restituye el tejido, la costura, el punto y el crochet para conformar una creación artística donde cada detalle está trabajado con precisión.

 

En 2012 Vasconcelos presentó su obra en la Exposición de Arte Contemporáneo en el Palacio de Versalles. Fue la primera mujer y la artista contemporánea más joven en exponer en el emblemático palacio francés.

 

En 2013, representó a Portugal en una exposición individual en el pabellón de su país en la Bienal de Venecia. La obra «Trafaria Praia» se instaló en un barco anclado en los canales venecianos donde al mismo tiempo funcionaba una galería de arte.

 

En 2018 presentó la exposición «Soy tu Espejo» en el museo Guggenheim de Bilbao, siendo la única artista portuguesa en recibir este reconocimiento. La exposición incluyó 30 obras que representaban veinticinco años de su trayectoria artística.

 

En 2020, Vasconcelos creó una obra masiva para un sitio específico: «Valkyrie Mumbert» en el Museo del Colegio de Arte y diseño de Massachusetts en Boston. Esta fue su primera muestra individual en los Estados Unidos. La obra forma parte de una serie de piezas a gran escala que la artista crea recordando a mujeres inspiradoras vinculadas al lugar. Esta obra en particular rinde homenaje a Elizabeth Mumbert Freeman, una mujer esclavizada cuya batalla judicial para recuperar su libertad en 1781 contribuyó a la ilegalización de la esclavitud en Massachusetts.

 

Llegamos finalmente al Palacio de Liria donde Vasconcelos expone sus inmensas esculturas en la muestra que ha titulado «Flamboyant», y que puede visitarse hasta agosto de este año. Ha seleccionado más de cuarenta obras para ser expuestas en esta intervención donde se exhiben distintas etapas de su producción artística. Dichas instalaciones se integran en las diversas salas, algunas de ellas cerradas al público hasta ahora, como lo eran la Capilla o el Salón de Música.

 

Por primera vez el visitante podrá recorrer las estancias del Palacio de Liria en visita libre o con opción a una audioguía digital, donde las piezas contemporáneas serán narradas por la propia artista, o alternativamente, en una visita guiada.

 

En los bellos jardines, una gran escultura con forma de rueda realizada con llantas de automóviles bronceadas, recibe al espectador con la primera impresión original y grandilocuente.


Joana Vasconcelos y su intervención en el Palacio de Liria. Fotografía: Carina Decker.


Al ingresar, el par de leones que franquean la escalinata, están cubiertos con una malla negra tejida al crochet sobre un fondo blanco que los suaviza otorgándoles una cierta ternura.

 

La biblioteca fue reconstruida íntegramente en madera luego del incendio, y posteriormente fue pintada de verde imitando los acabados de malaquita que se habían perdido. En este precioso espacio, Vasconcelos coloca una inmensa araña realizada en metal de la cual cuelgan infinidad de aros plásticos multicolores.

 

La Capilla con lienzos de Josep Maria Sert se había desmoronado en parte. Se reconstruyó y mantiene, si bien incompleta, su anterior decoración. Del techo caen enormes guirnaldas provenientes de una suerte de flor rojiza, armonizando con las tonalidades existentes en el oratorio.

 

En medio de pinturas de Goya y Velázquez, en una pequeña sala tapizada con seda de un exquisito color bermellón, Vasconcelos coloca una escultura realizada con cubiertos de plástico descartables pintados de negro, que se integran en una forma inmensa a modo de encaje. La pieza gira y se escucha un bellísimo fado que envuelve la visión del espectador y le otorga vida al espacio circundante.

 

En una gran sala, sobre el extraordinario parqué del Palacio, se imponen dos inmensos zapatos realizados con cacerolas y sus tapas de acero, que brillan según la posición donde se instale el observador.

 

«J´adore Dior» es un moño gigante que cuelga del techo realizado con miles de botellas todas del mismo tamaño sujetas a una estructura de la cual surgen bombitas de luz que permiten que éste cambie de color permanentemente.

 

Sobre la mesa de comedor, dos langostas de cerámica recubiertas con crochet, descansan amoldándose dócilmente a la pulida superficie.


Joana Vasconcelos. Fotografía: Carina Decker.


De un marco tradicional surgen desenfrenados almohadones multicolores tejidos que recuerdan a los colchones de Marta Minujin creados en nuestro país en la década del sesenta.

 

Al salir, en uno de los jardines, una bellísima tetera realizada en hierro forjado, permite no solo transparentar el espacio, sino que la vegetación se confunda con el propio armazón de la obra.

 

Es innegable que la artista necesita espacios inmensos, reconocidos, e históricos para realizar sus instalaciones. Creo que estas obras no tendrían el mismo sentido si no combinaran el pasado con la más absoluta contemporaneidad. Es un «espectáculo» que impresiona visualmente transmitiendo efectos de distinta índole que producen sensaciones muy subjetivas y múltiples interpretaciones.

 

Los valores de mercado que ha logrado en las subastas internacionales con piezas pequeñas, aún no han alcanzado cifras muy relevantes. Seguramente, en operaciones privadas pueda haber alcanzado precios muy superiores con obras de gran envergadura. Su reconocimiento se debe sin duda a las grandes exposiciones donde desarrolla con éxito su genial creatividad. Y donde el artista solitario ha dejado de serlo ya desde hace tiempo. Estas obras son el fruto de un trabajo en equipo donde se entremezclan el diseño y el uso de una infinidad de materiales de todo tipo combinados con la maestría de quien conoce profundamente la labor artesanal, el diseño, y el montaje de diferentes estructuras.

 

Sin dudarlo, Vasconcelos descontextualiza objetos cotidianos y actualiza el concepto de las artes y los oficios para el siglo XXI, estableciendo un diálogo entre la esfera privada y el espacio público. Entre el patrimonio popular y la cultura refinada permitiendo que ambas convivan libremente.

 

El mensaje fundamental que nos deja la artista se basa en su creencia de que lo doméstico es arte. Paradigma que no resulta novedoso desde la aparición de las sopas Campbell de Andy Warhol en 1962. Ya nadie les niega su condición de obra de arte como sucede con cualquier manifestación artística contemporánea. La crítica, los curadores, los museos, las galerías de arte, los marchands privados, las casas de subastas, los espectadores, nos hemos adaptado a ver con otros ojos todo aquello que se considera una obra de arte en el siglo XXI. No tenemos la certeza de su continuidad en el tiempo. Sí podemos sorprendernos, impresionarnos, sentirnos a gusto o a disgusto frente a ella, tratar de entender el mensaje del artista o del grupo artístico que la creó, comprarla, observarla, o relacionarla con nuestra realidad o la del mundo circundante. El hecho de que todo pueda exhibirse, no exime al «producto arte» de ser sometido a distintas consideraciones. En la actualidad donde las redes sociales pueden ser muy útiles, pero también contraproducentes o limitadas, es decisivo informarse, leer, comparar para poder llegar no solo a establecer si un precio de mercado es justo, sino a poder valorar al objeto artístico como un verdadero desafío creativo.

 

Este dilema es universal. Y sobrepasa los cánones con los que todo este universo que gira alrededor del arte se manejaba no hace mucho tiempo. La estética contemporánea permite libertad en la observación, apertura, y capacidad de discernimiento. Ser un buen artista hoy es mucho más complejo que cuando todo se resumía en una tela de dos dimensiones, un fresco, o una escultura. Lo interesante de la muestra de Vasconcelos, es la combinación de culturas. La posibilidad de que un retrato de Goya esté acompañado de un cangrejo recubierto de encajes. Puede gustarnos o no, algunas obras pueden resultarnos irreverentes, pero tiene calidad de elaboración y, sobre todo, validez creativa.

 

Para aquellos que fuimos formados hace tiempo, el aprendizaje ha sido más exigente, más veloz, y más arduo. Podemos quedar ensimismados con una magnífica vitrina de abanicos antiguos del Palacio, o podemos llevar nuestra mirada al ambiente todo donde el mensaje audaz de Vasconcelos se completa en un reducto de fantasías lúdicas y personales.

 

Se trata solo de disfrutar. Si el Palacio de Liria y Vasconcelos lo lograron, cada uno se llevará su parte del goce, de la sorpresa y el reconocer que estamos viviendo en un mundo distinto, donde todo es cuestionable. La clave es que sea con inteligencia, sin agresiones, a veces con ciertos toques de humor y de ironía, pero sin olvidar la verdadera esencia de la obra de arte.

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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