Platería entrerriana, platería de estirpe

Avelino Pichón Bravo, Mate con bombilla. Hojas y flores adornan todo su recorrido; en el astil, con una campanilla. Plata y oro.



José Silvano Rodríguez, platero. En la imagen, detalle de un retrato colectivo. Observemos su hebilla de gran porte, al gusto entrerriano, seguramente realizada con sus propias manos y herramientas.



Martín Kornicki, daga con empuñadura redonda y arveja a modo de puntera. Plata. Obra realizada por encargo.



Daniel Bravo, par de arreadores, sin las azoteras. Con su alma de madera pulida y engarces en plata cincelada.



Mate entrerriano con bombilla. Calabaza, plata y oro. Mediados del siglo XX. VER MAS.


[Por la redacción de Hilario]

Unos de los rasgos más llamativos de los oficios artesanales es su transmisión de padres a hijos, modalidad que en tiempos lejanos y a través de generaciones permitió formar sagas de plateros, como en Buenos Aires tenemos a los Pallarols y en Sevilla, a los Marmolejo -por nombrar sólo un par de ejemplos.

 

Esta tradición con el devenir de los tiempos fue mutando al punto de disfrutar cual triunfo, el dar con aquellos plateros que extienden su apego a estas artes, al menos en la generación siguiente; Draghi, Ferreira, Condurso, Papasidero y Salas entre ellos.

 

Por estas razones, días pasado nos sorprendimos ante la publicación en redes de Martín Cacciabue, quien comentó: «Mi abuelo siempre me decía que yo era la quinta generación de plateros por parte de míifamilia materna, que su abuelo había sido el que comenzó con el oficio de platero. Nunca tuve cómo comprobar la actividad de aquel que inició este hermoso oficio en la familia, aunque Eduardo, mi abuelo, tenía una hebilla [quién sabe adónde habrá ido a parar] que decía ser un trabajo de su abuelo. Hoy sí tengo como justificar su historia. Gracias a una investigación que arrancamos con colegas sobre la platería entrerriana di con el acta de matrimonio de Faustino Rodríguez, de 1874, mí tatarabuelo, donde declara a sus 22 años de edad ser platero. Luego le sigue mi bisabuelo José Silvano Rodríguez [1881 - 1964], quien aprendió de un platero Juan Luero oriundo de Paraná, contratado por Faustino para que le enseñe el oficio a su hijo. Mi abuelo Eduardo Cacho Demetrio Rodríguez y su hermano Pablo José, siguen el oficio de su padre [José Silvano]. Y mi abuelo le enseña a su sobrino Rubén Rotta, quien tiene su taller en la ciudad de Viale, y también me lo transmite a mí. ¡Ojalá este oficio no se corte y siga en la familia por mucho tiempo más!»


Eduardo Cacho Demetrio Rodríguez, en su taller. Muestra un rebenque de su autoría. Fotografía: gentileza Martín Cacciabue.


Este comentario fue tema de conversación en una tarde de trabajo y nuestro director nos informó sobre uno de los primeros artículos que escribió para la revista «Nuestra Platería», editado en su primer número, en mayo de 1994. Se refería a «Platería Bravo: estirpe entrerriana». Ubiqué la publicación en la Biblioteca de consulta y me interioricé con la idea de producir un artículo sobre el tema. Las artesanías desde hace años transitan un camino dual de expansión y riesgos de extinción, debido a muy diversas razones; por ello, pensamos, sería muy bueno partir de estas dos familias para hablar de la platería entrerriana, con destacados orfebres desde los tiempos de Justo José de Urquiza para acá.


Según el texto de 1994, el árbol genealógico de los Bravo se inicia con Pedro, sin más datos, a quien le sucede Ángel, también con el mismo apellido, instalado en Villaguay, cuyos pasos continuó en aquella población su hijo Andrés Avelino, nacido en 1865. En el hogar de Andrés Avelino llegaron Ángel y Victoriano [1895], un destacado orfebre que, en su madurez, se mudó al pueblo El Brillante, a 3 kilómetros de San José, siempre en la provincia de Entre Ríos. «Ya instalado y con buena clientela, convocó a su padre Andrés Avelino, a su hermano Ángel y a un sobrino, de nombre Carlos Gamarra, «Carlucho» entre conocidos. Gamarra -continúa Pichón Bravo-, era un sobrino político de Victoriano. Vivió en Villaguay como su tío, hasta que mi papá lo llevó a su negocio en El Brillante… Años después, regresó a su ciudad, donde se casó y tuvo tres hijos plateros». El protagonista del relato era Avelino Pichón Bravo [1940- 2015], un maestro de la platería entrerriana, quien avanzó en su historia personal en el párrafo siguiente. 


«En 1940 mi padre se vino a San José. Cuando yo tenía dos meses compró en el mismo lugar donde hoy estamos y desde los siete o tal vez ocho años, me permitió conocer seriamente los oficios del platero. Él decía que los comienzos debían ser lentos y metódicos, porque es mucho lo que hay que saber sobre el manejo del metal y las herramientas. En la tradición familiar, mi papá aseguraba que para ser platero resultaba necesario poseer dieciséis años de oficio. La historia se repite hoy con mi hijo Daniel [N. de R.: recién cumplidos los 22 abriles y luego de tres lustros de escuela en el taller de su padre, fue reconocido por éste como un par]». Daniel Bravo [1971], hoy titular del taller de su padre, ha construido un nombre propio en el oficio acudiendo a las herramientas y saberes que allí atesora, y actualmente preside la Asociación Entrerriana de Plateros y Plateras. 


Un estilo que trasciende

 

Entrerriana, docente universitaria, escritora y familiarizada con el oficio, Griselda De Paoli inició en 2019 una investigación sistemática sobre la platería de su provincia y en especial, a partir de una selección de poco más de cien piezas pertenecientes a la colección formada por Martiniano Leguizamón [incluir en el nombre y apellido el link que lleve a este artículo: VER [1858 - 1935], hoy un capítulo medular en el patrimonio del Museo Histórico Provincial que lleva su nombre.

 

«La primera pregunta que nos formulamos, fue: ¿existe un estilo entrerriano en la platería criolla? -cuenta De Paoli- y para ello estudiamos las tipologías, los diseños, las técnicas, y fundamentamos una respuesta afirmativa sobre aquel interrogante, sin olvidar el entorno regional y las influencias. La sistematización del trabajo nos permitió armar cuadrículas a partir de las fichas de análisis de cada pieza estudiada, y elaborar resultados. En todos estos años de estudio tratamos de hacer una reconstrucción del proceso de la platería en Entre Ríos y qué roles jugaron algunos maestros del oficio con prestigio propio. Por ejemplo, Cataldi, quien para muchos es sinónimo de la platería entrerriana y estuvo muy poco tiempo aquí; el otro es Pérsico, sin duda, el más importante. Rescatamos historias de la platería y hasta hicimos un diccionario biográfico que amplía lo hecho por Adolfo Luis Ribera.»


Esta investigación ha derivado en un libro que, es de esperar, la editorial provincial publicará en un tiempo breve como otro gesto de reafirmación de la identidad cultural. «Ya lo tenemos listo -nos comenta su autora-, aunque siempre en revisión por nuevos datos o nuevas lecturas, hasta que vaya hacia la imprenta».

 

La iniciativa, protagonizada por un grupo de orfebres junto a la investigadora, nació en el Taller de Formación de Plateros «Lágrima de Luna», dirigido por Martín Kornicki. Desde esa cuna, se comprende, la propuesta no se detuvo en una mirada al pasado; avanzaron en la  promoción, jerarquización y formación de los plateros contemporáneos, con el compromiso de un grupo muy interesante de orfebres inspirados por las huellas que trazaron los ancestros, pero también dispuestos a recrearlas desde una mirada contemporánea. En esa ruta han creado la Asociación Entrerriana de Plateros y Plateras.

 

«Martín Kornicki tiene su propio taller y lo armó con seis bancos de trabajo para dar clases. Allí enseña el oficio, en Oro Verde, una pequeña localidad, y ahora mismo tiene veinte alumnos, gente de los alrededores e incluso de Paraná y de Santa Fe, quienes viajan especialmente. Yo misma participo de sus clases y aprecio su manera de transmitir conocimientos, su generosidad. Martín produce mates, cuchillos y lo que le encarguen, la platería es su vida y su fuente de ingresos. Martín Cacciabue en cambio tiene otra actividad, pero ama el oficio, y sus bombillas son preciosas; él no enseña».


Martín Cacciabue, bombilla con iniciales de pertenencia. Una variante extendida en la platería entrerriana es la bombilla curva, aquí con su boquilla inclinada. Con iniciales de pertenencia. 


«Como si se tratara de arqueología experimental -seguimos con la voz de Griselda De Paoli-, ellos han logrado estudiar el modo de realización de los artefactos líticos en distintas épocas y culturas, nosotros avanzamos con una iniciativa que denominamos «platería experimental». Consiste en seleccionar piezas en el Museo Martiniano Leguizamón y luego de su estudio, inspirarse en ellas, recrearlas o construir otras versiones ya con un diseño propio. Ahora mismo seleccionamos bombillas y dirigidos por Martín Kornicki trece personas estamos trabajando en nuevas variantes de aquellas. En las exposiciones, finalmente presentamos obras antiguas y contemporáneas. Buscamos que los plateros amplíen su campo de observación y que el público comprenda que ésta no es una manifestación cultural perdida, que está viva, y que también hoy nos representa como entrerrianos».

 

En Oro Verde ya trabajan para el 10° Encuentro Regional de Plateros y Plateras con el apoyo municipal. Será en el segundo fin de semana de noviembre, una fecha fija en el calendario cultural y turístico de la localidad y su zona. Se exhibirán un centenar de piezas y habrá un taller a la vista del público, además de los conversatorios que centran su mirada en este noble oficio.

 

En el Museo Regional «Conrado Hasenauer», las primeras vitrinas fueron diseñadas para las exhibiciones de los encuentros regionales de plateros. La institución sigue con su programa de donaciones de objetos vinculados a la historia de la población en el deseo de habilitar un área de exposición permanente. Los museos, otra vez, trazan el camino hacia el futuro guiados por los testimonios del pasado y en plena armonía con la comunidad que, al hacerlos propio, les da vida.


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